Papá Dani con nuestra pequeña Serena |
Por pasión y por trabajo a menudo me encuentro a hablar
sobre cuentos, literatura y lectura infantil, y noto como por parte de madres,
padres y educadoras hay una notable preocupación por su capacidad de influir en niñ@s y jóvenes de modo que se interesen en libros, álbumes o
cualquier otro texto. Hay un deseo no dicho, pero tremendamente evidente, que
pide a gritos ser realizado: que l@s niñ@s elijan la lectura frente a otras
actividades consideradas menos positiva para el desarrollo emocional y
cognitivo (pensemos por ejemplo al "mundo pantalla")
No niego que yo misma disfruto cuando veo a mis hijas ojear
páginas, detenerse en las ilustraciones, leer para si mismas, o leer en voz
alta.
Pero, si me pregunto de donde
viene ese disfrute, pues tendré que
darme cuenta de que lo que me hace feliz en esos momentos es su entusiasmo. La
lectura –como cualquier otra actividad- es
positiva y favorece el desarrollo cognitivo y emocional de quien la practica
solo si es placentera. Según Judy Willis, neurocientífica e investigadora de la
relación entre educación y neurociencia, son las emociones las que conducen a
la memoria y al aprendizaje.
Es el placer, entonces, la clave que tenemos que tener bien
presente cuando acercamos la experiencia de la lectura a nuestros hijos.
Y desde la
primerísima infancia. Imaginemos un bebé.
Un bebé de 3 o 4 meses, que aun no se mantiene sentado, pero
que ya tiene un altísimo interés en conocer el mundo que lo rodea. En su
exploración contínua se encuentra con un libro. No sabe que es, para que sirve
y probará a hacer con él todo lo que se le ocurra. Tocarlo, cogerlo, tirarlo,
chuparlo, romperlo… Sus repetidas experimentaciones con ese misterioso objeto
le permitirán ir definiendo en su imaginario el concepto del libro. Si las experiencias
que vive el niño asociadas al objeto libro le proporcionan placer, tendrá
grabada en su memoria esta gran asociación “Libro > placer”, premisa de base
para el nacimiento de un amante de la literatura.
mi amiga Ale con Serena |
Sin embargo, la experiencia del placer de la lectura no pasa
exclusivamente por el objeto libro. El vehículo de placer más grande para el
bebé y por el niño es el momento emotivo-relacional que se asocia a la lectura.
La voz pausada de la madre que lee, el calor de su abrazo,
la mirada de complicidad, y su sonrisa son los cimientos de la mejor animación
a la lectura posible.
Pensemos en el momento de antes de ir a dormir. ¿Por qué nos
gusta a tantas personas leer en la cama, antes de cerrar los ojos y entrar en
el mundo de los sueños? El momento
dedicado al mundo imaginario del cuento prepara a l@s más pequeñ@s a ese
pasaje entre la vigilia y el sueño, l@s prepara gracias al amor y a la cercanía
física y emocional que las madres y los padres l@s entregamos. Infundimos seguridad
a la hora de lanzarse al abismo del universo onírico, desconocido e incognoscible.
El amor es, entonces, el ingrediente principal que no puede
faltar a la hora de compartir lectura con nuestr@s pequeñ@s. Pero no es el
único. Es tarea de madres, padres y educadoras ofrecer libros adecuados a cada
etapa de nuestros lectores: libros de tela, libros que tengan imágenes
llamativas, libros que cuenten historias sobre personajes que interesan a
nuestros hijos, que traten temas que en ese momento llaman su atención.
Y por supuesto, el último pero no menos importante
ingrediente: las ganas de estar a gustito junt@s!!!!
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